Y NOS PUSIMOS GRAVES!

Parece que fue hace un siglo, pero ocurrió el 26 de junio. Horas antes del muy bien preparado ataque que ese día lanzó un comando palestino contra un puesto militar israelí para secuestrar un soldado, la rama política de Hamas a cargo del gobierno y el partido Fatah del presidente palestino Abbas negociaban la firma de un pacto que, tácitamente, significaba el reconocimiento de Israel por el grupo islamista. De hecho el acuerdo se firmó poco después, pero ya en plena hecatombe bélica, y por lo tanto con el premier Haniye y Abbas muy debilitados. El mismo día 26 Olmert ordenó la represalia militar, inevitable desde un punto de vista israelí (conviene recordar sobre este punto que al secuestro del soldado, en una operación que costó la vida de otros tres militares, deben sumarse los más de mil cohetes lanzados en pocos meses desde la Franja contra el sur de Israel).Directivos de Fatah y del gobierno palestino de Hamas están convencidos de que el secuestro del joven recluta fue ordenado por el jefe del partido islámico en el exilio sirio, Jaled Meshaal. Este tiene mando directo sobre el brazo armado de Hamas, y lo ha hecho saber públicamente por estos días. También mantiene trato al más alto nivel con el gobierno sirio, que lo aloja en Damasco junto con el resto del "buró político" del grupo ismalista, y con enviados de Irán.Días después, el 12 de julio, y casi como un calco de la operación palestina, Hezbolá cruzó la frontera y atacó a una patrulla israelí, matando a ocho soldados y secuestrando a dos. El asalto vino acompañado por el disparo de cohetes Katiusha, que se prolonga hasta hoy. Infaliblemente se desencadenó el actual infierno de bombardeos israelíes, como positivamente sabían los de Hezbolá que ocurriría (aunque tal vez no supieron prever la magnitud de la reacción de Jerusalén).Y de nuevo aparece aquí el tándem Siria-Irán, que tiene un decisivo ascendiente sobre el principal partido shiíta libanés: Teherán, directamente o vía Siria, provee de fondos a Hezbolá, fundamentales para su política social-clientelar, base de su popularidad, y sobre todo de armas y entrenamiento. Los cohetes Katiusha mejorados que llueven sobre el norte israelí, pero sobre todo los de tipo Raad que golpean a Haifa, y el misil antinave que el viernes dañó gravemente a una corbeta hebrea, no se fabrican por cierto en Líbano. Los milicianos de Hezbolá reciben entrenamiento de la Guardia Republicana iraní. Y la "junta directiva" de Hamas se integra con iraníes: la "Shura Al Qarar" cuenta con seis miembros libaneses y dos enviados de Teherán.De nuevo, como en el caso palestino, la operación del 12 de julio tenía un objetivo político preciso para Siria e Irán. En la situación que derivó de aquel ataque, Teherán aparece como el sujeto político con el que, gusten o no, Israel, los occidentales, Rusia y todos los demás deberán negociar si quieren realmente estabilizar la región. El costo de este éxito iraní es terrible. La previsible y fríamente buscada reacción militar israelí hunde en la más negra desesperanza a un pueblo, el libanés, que hace un año había logrado la hazaña, con ayuda occidental, de obligar al ejército sirio a desocupar su país. Para llamar luego a elecciones, finalmente libres de la pesada tutela de sus vecinos. Una epopeya democrática, que, vale recordarlo, contó con la firme oposición de Hezbolá, que organizó marchas monumentales contra la "Revolución de los Cedros". El mismo día 12 en que Hezbolá lanza su operación, y luego de meses de propuestas rechazadas por Teherán en negociaciones que fueron calculadamente extenuantes, los 5 grandes del Consejo de Seguridad más Alemania se pusieron finalmente de acuerdo en reenviar al régimen de los ayatolás a esa instancia por su nada pacífico plan nuclear. También el 12, el negociador iraní Alí Lariyani viajó desde Bruselas, donde el día anterior había despechado a los europeos, a Damasco, para entrevistarse con el presidente Assad. En mayo pasado ambos regímenes firmaron un pacto de asistencia militar mutua.El caso es que ahora Irán tiene una carta de negociación muy fuerte, sea en el diferendo nuclear como en cualquier otro asunto, luego de mover con fría inteligencia a sus peones de ajedrez palestino y libanés. Estos dos pueblos deberían dirigir sus insultos y promesas de venganza hacia sus "aliados" sirios y persas, antes que hacia el "enemigo sionista". Por el analista Pablo Díaz de Brito